viernes, 20 de noviembre de 2015

2ª PARTE de la HISTORIA DEL MANTÓN DE MANILA


Aunque el gusto castellano era bien diferente del cantonés, el problema se resolvió enviando nuestros dibujos a la China: las cuatro rosas en las esquinas del pañuelo, claveles, pájaros, etc., que son los motivos clásicos del mantón de Manila español.


De Cantón llegaban al puerto de Manila (de ahí su nombre) y entraban a través de Andalucía, donde eran flecados. Como precedente al gusto por el Mantón, España era ya famosa desde el siglo XVII en todas las cortes europeas por sus pañuelos de malla bordada, conocidos como “punto de España”.
De esa manera y con nuestro oficio, los mantones chinos llegaban desde Manila, se flecaban aquí y se difundían a otros países. El flecado es un trabajo de nudos con hilos gordos de seda que dotaban a la prenda de un gusto muy español (aparecen en las zarzuelas de La Revoltosa y La Verbena de la Paloma), así como en infinidad de propuestas populares.
A mediados del XIX se convierten en prenda de gala sobre todo en Madrid y Andalucía, donde su utilizaban –especialmente en colores llamativos- tanto para ir a los toros y a las verbenas, como para decorar las casas.
En los años 20 volvieron a ponerse de moda y no han dejado de utilizarse. Hoy son un ‘must’ muy apreciado hasta el punto de que muchos diseñadores y modistos suelen presentarla como complemento o formando un vestido a modo de prenda única.
Actualmente aún se bordan y flecan mantones de gran belleza en Sevilla, y siguen denominándose con el genérico nombre de Mantones de Manila. Los auténticos pesan unos cuatro kilos, son de seda natural bordados a mano, y deben ser perfectos por las dos caras como si fueran reversibles.

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